sábado, 2 de julio de 2022

Movimiento


«Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.» Jorge Luis Borges. [Poema Cambridge. Del libro Elogio de la sombra (1969).]


Que las cosas pudiesen quedarse inmóviles siempre me pareció asombroso. No conocía aún la gravedad y nuestro permanente desplazamiento sobre el espacio-tiempo. El Mundo era mi mundo. Buscaba las cosas en el mismo lugar donde recordaba haberlas dejado. Cuando no las encontraba, culpaba a alguien antes que a mi memoria. 

Me sigue asombrando encontrar la misma casa al despertar, todo dispuesto en la cocina justo como lo dejé la noche anterior (cosas de ser el último en acostarse y el primero en despertar). Como si en los espacios que habito el Mundo se detuviese mientras duermo. Despertar para volver a poner todo en movimiento. Volver del sueño para dar vida.
 
Sigue el Mundo afuera, moviéndose. Siguen las cosas donde la gravedad las mantiene. Lo que vemos. Las interacciones que desconocemos.

Exhalar y apretar el gatillo entre latidos. Pretendernos quietos para acertar en la sien, entre los ojos.

Los nombres de los libros, el orden de sus páginas, sus palabras. Los discos, las pinturas, las películas. Todo ha de seguir igual. Nos conforta, nos calma. Ámbitos cerrados. Quietos.

Basta unir dos puntos para crear una recta. El segmento que somos. Nacer en 0, morir en 1. Vivir es movernos.

Segunda taza de café. Miro por la ventana. Se posa una abeja sobre una pequeña flor. Sigo su vuelo hacia otra. Sigue la vida. Movimiento.

Motas de polvo flotan en el aire. En la luz de la mañana. Tan pequeñas que por momentos parecen escapar de la gravedad de la Tierra. De la condena de lo inmóvil. 

Stop.

Una fina película de polvo comienza a cubrirlo todo.

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