jueves, 18 de abril de 2019

Dónde



Las fronteras como líneas imaginarias. Puntos que salieron a pasear por caminos acordados por los poderosos. Productos históricos. Hitos geográficos.

Y qué con aquellas que se hacen físicas. Hormigón. Acero. Balas.

Dices hoy, y es ahora. Mañana es una puerta que solo se abre a las doce. Es esa otra frontera. Cierto día, cruzarás la última. Y será tu fin.

Y si bien muchos ven la muerte como la frontera con cierto mundo ultraterreno, no pasan de ser meras especulaciones sobre las cuales se han construido innumerables mitos, ritos y religiones. Tan dados somos los humanos a eso para aliviar este sinsentido al cual somos arrojados después de ganar la lotería de la procreación.

Le pides a alguien que dibuje un círculo y seguramente dibujará una circunferencia. La línea curva cerrada que lo contiene. Esa donde todos los puntos equidistan del centro. (Muchos lo harán creyendo que ella es lo otro).

Las palabras cual cáscara de las cosas. Sin arriba ni abajo. Solo adentro y afuera.

Anuncia tu panza cuando el avión separa las ruedas de la pista. La línea de la costa. Cruzar el lecho de algún río. El brazo de hierro que sube y baja en la alcabala. Desiertos, llanuras y selvas; imprecisas, borradas, inexistentes.

No puede un país estar hecho solo de fronteras. ¿O sí?

Líneas saliendo de un rinoceronte. 916 445. Columnas de hormigas. Un cuadrado de poco menos de 960 Km de lado. Un elefante. ¿Una langosta?

¿Dónde comienza uno?