sábado, 29 de septiembre de 2018

Vivir


«Hablar es una bella locura: hablando, baila el hombre sobre todas las cosas.» Así hablaba Zaratustra.

Pues sí, vivir es esto. Tú, que lees. Todo lo que te ha rodeado e interactuado contigo hasta ahora. Yo. El resto.

Ponernos en situación. Cómo llegamos hasta este ahora. Sobre eso quiero escribir. Intentaré hacerlo todas las semanas. Publicar los sábados.

Reacciones, estímulos. Interacción permanente entre cualquier cantidad de elementos.

Prendes la tele. Abres una pestaña del explorador. La puerta de tu casa. La página de un libro. Levantas el teléfono. Tu dedo sobre el táctil.

¿Alguna vez has enviado una carta?

Estoy muy cerca de los cuarenta. Del cuarto piso. Salvo los suicidas, creo que nadie sabe qué altura tendrá su edificio. Quiero seguir acá por mucho tiempo.

Padres nacidos en los cincuenta. Primera generación universitaria. Tesis de grado pendiente junto a un par de materias por violación de prelaciones. Creo que una pasantía adicional. Total que nunca seré ingeniero. Dejó de interesarme hace mucho si es que alguna vez de verdad lo hizo. Cito a Madia, mi hermana menor, cuando le tocó hablarle a una promoción de bachilleres en su acto de grado, «Las decisiones que tomen deben surgir de un profundo análisis de su realidad. Por favor no se vuelvan solo eco. Sean una voz auténtica. Cuando salía de bachillerato, pensaba precisamente que algunas de las decisiones más importantes de nuestras vidas, nos tocaba reconocerlas y afrontarlas en el momento quizá de mayor confusión. En el momento en el que estamos aprendiendo a conocernos y a conocer a los otros a profundidad.»

Ninguno de mis abuelos nació en el estado Zulia. Nací en Cabimas, muy cerca de donde vivo.

La vida que imaginaba cuando cumplí veinte. Nuestras decisiones y sus consecuencias. Supongo que conocen los rudimentos de la Teoría del Caos. Cómo pequeños cambios en las condiciones iniciales pueden generar resultados imprevisibles. Ya saben, lo de la mariposa que aletea y la tormenta del otro lado del planeta.

Levantaste la vista. O quizá no. Eso hice yo después de escribir el punto del párrafo anterior. Busqué los aleteos que explicaran las tormentas de mi vida. Sí, lo sé, excesivo el sustantivo. Al menos en mi caso. Cada uno de ustedes sabrá lo que ha vivido. Las relaciones causales, bueno, eso es otro cuento.

Imagina una persona viendo una serie sobre tu vida. Todas las cosas que quedarían fuera. Cada una de tus deposiciones, por ejemplo. Los momentos claves. La música incidental para cada uno de ellos. Coño, no, no hagas eso. Sí, sé que mañana debo levantarme temprano, pero un capítulo más a ver qué pasa. O quizá tu serie no le interese a nadie y no pase del piloto. Nadie quiere ser actor de relleno. Sabes, de esos que no salen en los créditos, o a lo mucho, con un nombre genérico: motorizado, cajero, farmaceuta.

La cosa es que nadie se sale de su vida. No hay forma.

Al despertar, vuelves a estar dentro de ti. Quizá no recuerdes dónde estás. Cuentos de esos tenemos casi todos. Pero estoy seguro que esa no es la normalidad. Sigue todo justo donde lo dejaste. No te recomiendo nada que te haga perder el control de ti. Vive bien

“Papá, dónde está mi esposa”. Todas las cosas que llevaron a mi hijo de cuatro años a hacerme esa pregunta.

Son muchas las cosas que desconocemos.

¿Justo ahora, qué te preocupa?


Chao, nos leemos la próxima semana.