domingo, 10 de febrero de 2019

Felis silvestris catus


Les voy a contar algo que aún me avergüenza. Cuando Carlos no era Carlos. Porque si bien somos una totalidad en tránsito, hay quiebres que nos hacen otros. Velos rasgados. Harán entre quince y veinte años de eso. Cuando aún creía cosas.

Una de tantas reuniones llenas de alcohol y conversa. Gente un poco menor que yo. Casi todos amigos de mi hermano. Dos cosas recuerdo siempre de ese día. La primera, haber pasado toda la noche tratando de recordar el nombre del gato de Gárgamel. Sin teléfonos conectados a Internet. Solo nuestra memoria. (Cuando era la Wikipedia de mis amigos). Ninguno lo recordó. (Cuando desperté al día siguiente, el nombre del gato fue lo primero que me vino a la mente, luego el ratón). La segunda, el motivo por el cual escribo esto: mi largo monólogo sobre los contenidos satánicos en las imágenes y videos del grupo Gorillaz. Qué tonto ese Carlos. El tipo se había tragado toda la historia que habían inventado alrededor de Murdoc. Industria cultural para el consumo masivo. Recuerdo haberle dicho a mi madre que no dejara que mis hermanas escucharan ese grupo. Mierda, qué pendejo era.

Toda esa gente que cree en en dioses (lo cual incluye al de la mayúscula). En las promesas de los políticos. En Arjona y Coelho. En la sostenibilidad de los patrones de consumo capitalistas. En la posibilidad de sistemas políticos-económicos basados en la 'bondad intrínseca' de los hombres. En la buena fe de las invasiones gringas. En la igualdad biológica entre hombres y mujeres. En que al final, el amor que recibes es igual al amor que das. En la homeopatía. En la fe. En la inocuidad del consumo de marihuana. En que al final hay recompensa. En tantas infografías. En videos sin contexto. En testimonios de evangélicos. En denuncias sin pruebas. En vírgenes y santos. En cabuyitas para el 'mal de ojo'. En falsas citas de Einstein. En culebrillas y no en Herpes Zoster. En que los nombres propios no deben cumplir algunas reglas de ortografía. En el cielo y el infierno. En la posibilidad de lograr todo lo que nos propongamos...

Duden, hijos. En especial de aquellos que hablan mucho y escriben.

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